El poder de la ficción
En mi mesa de luz
tengo un promedio de dos a tres libros. Uno o dos libros técnicos, de no ficción
o algún libro que esté leyendo por primera vez, y a su lado una novela. Con la
primera clase de libros busco conocimiento. Con la segunda busco distención.
Algunas personas
se asombran cuando les recomiendo que lean alguna novela y se preguntan para
que les es útil. Incluso yo, me preguntaba años atrás, porque alguien leería ficción
y cómo podía ser que cuando era más chico me sintiera tan atraído a esa
categoría. Tengo todo un estante lleno de obras de novelas fantásticas, terror,
misterio y drama. Y hasta hace un tiempo, me preguntaba porque había gente que seguía
leyendo cosas como Harry Potter o el señor de los anillos o cosas por el estilo,
“No aprenden nada con eso!” gritaba para mis adentros.
Así que entiendo
su confusión.
El tema es que,
la ficción es una clase de arte y el arte es una recreación de la realidad en
base a la visión del artista de la existencia. Hay básicamente dos tipos de
novelas, las naturalistas y las románticas. Los naturalistas crean cosas sin
orden, los personajes sufren una serie de accidentes a los que atraviesan pero
no tienen motivo para moverse. Los románticos se encargan de los ideales,
presentan un inicio, nudo y desenlace claramente definidos. Todo lo que pasa en
la obra esta pensado y tiene un propósito que hace que la historia avance. En
las novelas naturalistas, esa secuencia no existe. Tu filosofía de vida te
inclinara a una u otra rama.
Pero ¿por qué esa
atracción a la ficción? Porque provee una confirmación de la existencia que
cada uno lleva.
Toda buena ficción
posee una lucha de valores. Un personajes busca algo y se le cruzan mil
decisiones que tomar, algunas duelen, otras son placenteras pero si quiere
conseguir su fin último, el héroe, las tomará. ¿Cómo reaccionará? ¿Se podrá
reponer de alguna decisión difícil? ¿Qué pasa a su alrededor? ¿Cuál es la
recompensa de su lucha? ¿Valió la pena? Estas preguntas son preguntas que nos
hacemos a nosotros todos los días. Lo que una buena ficción sacia, es la
necesidad de ver nuestros propios logros cumplidos.
Tu propia lucha para
conseguir tus valores y mantenerlos dura toda la vida, lo que una buena ficción
te ofrece es la posibilidad de brindarte por un breve periodo de tiempo la
sensación de victoria. Te muestra lo que sentirías al alcanzar tus metas, es
decir, te inspira.
Los grandes héroes,
tienen grandes batallas, con grandes enemigos y grandes obstáculos. Cuando el héroe
vence, lo que hace la ficción es demostrarte que es posible.
Y con eso, te
llena de la energía necesaria para continuar.
Recuerdo que cuando
era chico me encantaban, al día de hoy me siguen encantando, las historia de
detectives, especialmente de Sherlock Holmes y que cada vez que tenia que
resolver problemas matemáticos en la primaria y secundaria, veía los problemas
como casos a resolver. Tomaba los datos, los analizaba como los analizaría un
detective, anotando todo lo que sabia para poder encontrar el valor de esa puta
X, la cual, en mi mente, era el asesino de mi historia. Lo que hacia la imagen
de Sherlock era inspirarme y transformaba una aburrida y tediosa clase de
matemáticas en una interesante aventura.
En su momento no
lo sabia, pero lo que me atraían de esas historias era la eficacia del hombre.
Ahora pasa lo
mismo, ya no son problemas de matemáticas lo que busco resolver, sino cosas más
complejas, con más asesinos a mis espaldas y más obstáculos, pero la imagen de
un Holmes o un James Bond o un Hank Rearden o un Gandalf están siempre ahí. Son
imágenes concretas de la gran abstracción que es la “eficacia”.
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