El miedo al plagio
"La mente de un hombre una vez estirada por una nueva idea, nunca recupera sus dimensiones originales" . –Oliver Wendell Holmes.
Durante el trimestre pasado curse la materia marketing. Antes de cursar escuchaba a todos que me decían que era una porquería, que la profesora era una inútil, pesada que daba la materia como el culo. Pero yo siempre creía que era porque a ellos, no les gustaba verdaderamente la materia. Que exageraban. Que eran muy emocionales para ser objetivos y apreciar los temas que daba.
Que equivocado
estaba.
Si bien hubo
muchas clases en las que dijo una cantidad innumerable de mentiras,
contradicciones y usaba más de la mitad de la clase para exponer sus ideologías
macabras y violentas en las que revelaba su verdadera naturaleza, hubo una que
no me voy a olvidar nunca y en la que, tanto las premisas que mostro, como las
que mostraría se alinearon, haciendo un “click” que pude escuchar por sobre las
voces que hablaban a mi alrededor. Mostrando así, su verdadera incapacidad.
Nos preguntó de
qué manera haríamos para dar a conocer a un arquitecto que recién estaba empezando
y no tenia trabajo. Antes de que pudiera dar mi respuesta, una chica ya había
contestado lo que yo iba a decir “haría una cuenta de Instagram y compartiría
sus bocetos”.
El terror que se
vislumbro en la cara de mi profesora; sus ojos se abrieron, sus cejas se
levantaron y en su boca se formó una mueca que transmitía desprecio y burla; la
voz con la que pronuncio el grito de “NO!” estaba tan llena de pánico que no
recuerdo haber oído otra criatura con semejante miedo. “¿Para qué harías eso?,”
siguió “¿para que te roben todas tus ideas?”. Yo estaba sentado a pocos metros,
atónito, sabiendo que dicho argumento era falso, no solo lo había vivido en
carne propia, sino que ya tenía la cuenta de “inevitable” funcionando haciendo
casi un año. Pero me quede callado. En el momento no pude expresarme, no puede
encontrar las palabras exactas para derrumbar dicho argumento.
Hoy las he
encontrado.
“La facultada
creativa no puede ser robada” quise haber dicho aquel día, mientras levantaba
mi mano para hablar, pero el concepto que se encontraba detrás de esas simples
6 palabras, era uno en cual no había pensado todavía. Y las cuestiones filosóficas
que se encuentran atrás de ellas son fundamentales para el desarrollo correcto
de un ser humano, aunque todavía no lo supiera.
Creer que las
ideas pueden ser robadas, tal y como lo creía mi profesora, implican por un
lado desconocimiento del lugar de donde vienen las ideas y segundo, una falta
total de autoestima.
Primero que nada,
la facultad creativa, la capacidad que tiene el hombre de unir viejas ideas y transformarlas
en nuevas, la capacidad de pensar e imaginar, no puede ser robada, herida ni destruida.
Si, involucran un tremendo esfuerzo propio desarrollar dicha capacidad pero eso
no excusa para temer el saqueo de sus productos, así que, ¿por qué alguien tendría
miedo?
Aquel que posea
esa sensación de presión, pánico cada vez que se ponga en una situación donde
sus ideas pueden ser plagiadas, cree, aunque quizás no lo admita que las ideas
vienen de otra dimensión inaccesible para él. Que su capacidad creativa es algo
que él no puede controlar. Que dicha capacidad está sujeta al capricho de
musas, hadas y demás seres que él no puede intentar entender ni conocer. Así
que una vez que estos seres se involucran en él y le “dan” una idea, él debe
sujetarla con todas sus fuerzas, sin contársela a nadie, guardándola bajo llave
porque “alguien podría robarla”. Alguien podría arrebatarle su boleto y subir a
ese tren que solo pasa una vez en la vida. Si crees que una persona con dicha
actitud, puede poseer un grado de autoestima, un mínimo gramo de reconocimiento
propio del valor de los logros y metas que alcanzo, reconsiderá dicha premisa.
El otro error
fatal que mina el valor propio de una persona que posee dicha creencia sobre su
ideas, es la continuación implícita de la frase “alguien puede robar mi idea”,
la cual es, “y si tiene éxito, todos se la reconocerán a él, mientras que fui
yo el verdadero creador”. Esta clase de autoestima, es dependiente,
parasitaria, está sujeta a lo exterior, lo, hasta cierto punto,
incontrolable…la opinión de los otros. Miren como a una persona así, no le
interesa haber creado o no, sino que los otros se lo reconozcan. Una persona así,
no busca tener la capacidad de crear, pero de ser alabado. Para él, la idea
pudo o no haber sido propia, no dudara de “robar” a otros, lo que busca es la vacía
admiración. El reconocimiento de una cualidad que no posee, pero que quiere que
se le reconozcan.
Cuando recién empecé
con mi cuenta de Instagram, creí que mi forma de ser más original, era escribir sobre el pie de cada foto. Por el tiempo que
arranque pensé que era el único que lo hacía (erróneamente, porque después descubrí
que había otros que ya lo venían haciendo desde antes) y como al principio no
tenía muchos seguidores, tenía miedo de que otra cuenta viera lo que escribía y
lo subiera como suyo. Una cuenta de 100 seguidores, contra otra de 60k tiene
pocas probabilidades de ser tomada en serio, creía. Pero, al poco tiempo entendí
que lo importante no era si me plagiaban lo que escribía o si esa clase de “innovación”
la empezaban usar otras cuentas, sino que yo lo estaba haciendo. Que el que crecía
y mejoraba y disfrutaba mientras escribía era yo. Mi mejora continua, estaba en
mis manos. El reconocimiento no me daría la habilidad, pero el trabajo y las horas
que yo ponía en él, sí. Y, lo supiera el mundo entero o no, había sido una idea
propia y aunque todo el resto dijera lo contrario, yo sabría la verdad.
El concepto que
hay que entender es, el no-creativo no puede vencer al creativo. El que “roba”
ideas, no crea nada, no posee capacidad creativa, es un incapaz y un parasito
dependiente del que crea. El miedo de mi ex-profesora a esta clase de personas
es irracional.
Un claro ejemplo
de esto: El primer dibujo de Disney, cuando trabajaba en Universal, fue un
conejo llamado Oswald. Cuando Walt fue a buscar más financiación a otras compañías,
la compañía se adueño de los derechos del conejo animado. Lo que luego hizo Disney
es un logro imposible para el parasito no creativo. Creó otro personaje; un ratón
llamado Mortimer, que luego pasaría a llamarse Mickey. Si bien, Oswald tuvo un
poco de éxito aunque no estuviera su dueño, cuando llego Mickey lo destrozo comercialmente.
Los resultados están hoy a la vista. Oswald, no es más que un recuerdo, cenizas
confundidas con arena. Mickey, posee aún el vivo éxito que disfrutó desde su
primera aparición.
0 comentarios: